
Libro: Memoria del Antiguo y Patriarcal Concejo de Laciana. Texto: Uso de las brañas.

A continuación podrás leer el texto sacado del libro
Diez González, F.A. (Ed). (1946). (2ª Ed). (1985). Memoria del Antiguo y patriarcal Concejo de Laciana. León, España: Ediciones Leonesas.
publicado en el año 1946, que habla de la organización vecinal del uso comunal de las tierras, el ganado y la ordenación de los concejos en los pueblos de la comarca de Laciana, provincia de León. Breve texto del primer capítulo sobre el interesante uso de las brañas.
Del Capítulo 1. Referencias geográficas. Más datos. Las brañas. (-Pag.38.)
“…Sobre la comarca gravita un invierno crudo y muy prolongado con grandes y persistentes temporales de nieve que a veces la aíslan bastantes días, principalmente con Asturias; cuenta con una primavera poco regular, disfruta de un verano espléndido y de un otoño magnífico, aunque breve. Los pueblos se asientan a una altitud de mil a mil doscientos metros.
De otras peculiaridades que en cierto modo cabrían dentro del concepto amplio de la geografía del Valle se hace referencia en otras partes de este trabajo, pero no podemos silenciar aquí un aspecto muy curioso y típico, bastante original, referente al género de la vida, de larga tradición multisecular, de los aldeanos ganaderos de la comarca… Hablamos de las brañas. Cada pueblo de Laciana tiene, como si dijéramos, su doble. Este doble se enquista en los parajes más resguardados de los altos valles y se integra en una colectividad, más o menos numerosa, de cabañas y heredades ganaderas, en régimen de propiedad dividida en cuanto a las edificaciones y prados próximos de ésta, y de propiedad comunal en el resto de los términos y montes que constituyen la braña de cada pueblo. Estos lugares, donde brotan las mejores fuentes de la comarca, rezuman sabor de los añorados tiempos patriarcales, y alrededor de ellos gira una gran parte de la vida de todos los tiempos del lacianiego.
Las cabañas cuentan con amplias dependencias para los ganados, y a lado del establo propiamente dicho se sitúa el <<trouso>> o pequeño corral donde se recogen los tenrales o terneros. Un corral mayor o patio <<enchabanado>>-enlosado- sirve de espacioso antojano al edificio, que tiene también una habitación acomodada para las brañeras que hacen el servicio diario de estas propiedades. Las cabañas, <<cabanas>>, que dicen los nativos, ya está visto que no son el chozo vulgar y corriente de los pastores trashumantes. Son verdaderos edificios de una planta, de sólida mampostería, cubiertos de paja -<<teito>> o losa <<techao>>-, en algún caso con dependencias enlucidas por su interior, y casi siempre con su cocina y <<ochadero>>, bien orientados, asequibles.
¿Y qué labores son propias de las brañeras, que no serranas?… Señalemos solamente algunas que signan una costumbre, cuando no un oficio de artesanía pastoril, o una acción de ánimo esforzado, pero que nunca, jamás, han podido hacer la de la brañera esa <<yegüerisa trefuda>> del crudo Juan Ruiz: muñir y ferir, que es tanto como ordeñar las vacas y mazar la leche en el clásico odre de piel del cabrito, y para estas labores la brañera se uniforma con su sarocho o delantal; falar o carear el ganado y atraerlo hacia un sitio determinado; limpiar corrales y establos, la cabana, en fin, labor que es en las brañeras como manía en la que va implícita una buena fama de hembra limpia y hacendosa, y emplean para lo primero el rodaviecho –batedera de haya o abedul- y el baleo – escoba de urz u otro arbusto-, y el estiércol –cuito– se amontona en lugar adecuado desde donde se llevará a fecundar los prados feraces de la braña. Y es labor a la que hay que buscar su punto y hora y rodearla de cuidado la de extremar, o también xebrar, que es tanto como destetar los tenrale, y la brañera, vaquera excelente, lo hará con la menor lástima para la madre y los menores trastornos para el recental. Y en las brañas, generalmente, se construían las queixiechas, que eran unos moldes para hacer o guardar los quesos, y también una especie de vasijas, de corteza de abedul, para hacer la colada, operación ésta que se conocía con en el nombre de encorrar. A sus labores, junto a las brañeras, los zagales del rincón unían otras que la administración y mejora de la hacienda requería, y construían fuxas, husos para hilar la lana o el lino; meoles, cuñas o piezas de madera dura para apretar los ejes de las carretas, o escogían los palos adecuados para construir las canas –cañas- de aquellas; los estandochos y las talangueiras (armaduras del carro para cargar y transportar el heno seco). Y había, finalmente, ánimo esforzado en la brañera para salir decidida, monte arriba o bosque adentro, a libertar a un tenral de las garras o las asechanzas de una alimaña; ¡ah! y lo había también para <<xostrar>> la cara a algún galán mal aconsejado que pretendía arteramente comer del árbol prohibido…
¡Las brañas!… Lugares apacibles donde reina a perpetuidad un claro ambiente de poesía; donde la naturaleza se adormece entre irisaciones de una luz singular, con crepúsculos que no terminan y paisajes en que el gusto más exigente puede saciarse de belleza. Diariamente, al caer de la tarde, las mozas, las garridas, y guapísimas mozas del rincón; que hacen el sano oficio de las brañeras, cabalgan como ágiles amazonas, del pueblo a la braña, para retornar cuando Eos enciende sus rosas. En los días festivos del verano la juventud de los lugares se traslada a estos escenarios de la vieja y tradicional solera pastoril y en ellos se organizan curiosas fiestas, como las famosas y únicas salgas o vísperas de San Juan, de junio, en las que es numero sabroso la feisolada o cena de feisuelos – pasta de flor de harina y leche, frita con mantequilla, levemente espolvoreada de azúcar-. En la salga se dejaba oír la clásica vaqueira y el son- son venerable del cuadrado pandero encintado -<<este pandero que toco – ia de pelexo de agüecha– que ayer berraba nel monte- guey toca que retumbiecha…>>-.Pandero encintado, sin sonajas ni sonajillas, que aún conservan las abuelas con irremediables querencias añorantes de un signo que los días que corren, ciegos y fatales, desvirtúan indiferentes 9… Ese pandero de piel de oveja, que retumba solemne, esas danzas lentas y majestuosas, esos aires de rancio sabor que animan la <<la garrucha>> o << el baile chano>>.
9 Véase Cosas del baile. El pandero, interesante estudio de Carmen Marentes Álvarez sobre el típico instrumento, publicado en la revista <<El Calecho>>, nº 5, Verano 1984, págs.17-19. “
Libro: Memoria del Antiguo y patriarcal Concejo de Laciana
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